El beso con lengua, conocido popularmente como «beso francés», es una de las expresiones más íntimas y placenteras entre dos seres humanos. Pero más allá del romanticismo y la pasión, este tipo de beso es una tormenta química y neurológica que activa numerosos sistemas en el cuerpo. La ciencia lo confirma: besar con lengua no solo es excitante, también es terapéutico, analítico y revelador.
Cuando dos personas se besan con lengua, intercambian entre 10 y 80 millones de bacterias, según estudios publicados por la revista Microbiome. Aunque esto suena poco atractivo, este intercambio tiene un propósito evolutivo: permite al cerebro analizar si esa persona es genéticamente compatible.
La saliva contiene feromonas, proteínas y antígenos que el sistema inmunológico de cada persona «lee» inconscientemente. Así, se activan procesos cerebrales que ayudan a decidir si esa pareja es buena para la reproducción o simplemente no es la indicada.
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Incluso se activa el cuerpo estriado, una zona del cerebro relacionada con el placer, el aprendizaje y la adicción. Esto explica por qué los besos memorables son difíciles de olvidar.
Científicamente, se cree que el beso con lengua tiene raíces evolutivas. Al oler y saborear a otra persona tan de cerca, el cuerpo evalúa de forma inconsciente el complejo de histocompatibilidad (MHC), una combinación genética que influye en el sistema inmunológico. Las personas tienden a sentirse más atraídas por aquellas con MHC diferente al propio, porque eso daría lugar a hijos más resistentes a enfermedades.
Besar con lengua no es solo un gesto romántico o sexual. Es una herramienta evolutiva que el cuerpo humano utiliza para seleccionar pareja, generar vínculos, liberar tensiones y fortalecer conexiones emocionales. La próxima vez que lo hagas, recuerda que detrás de esa pasión hay toda una orquesta biológica en acción.