El caso de Mía O’Brien, una joven de 23 años originaria de Inglaterra, ha generado un intenso debate internacional tras ser condenada en Dubái a 25 años de prisión. La estudiante de derecho de la Universidad de Liverpool se encontraba de vacaciones en Emiratos Árabes Unidos cuando fue arrestada durante una fiesta en la que se encontraron 50 gramos de cocaína. Desde entonces, Mía sostiene que podría haber sido víctima de una trampa por parte de personas cercanas a ella.
El hecho ocurrió el 25 de julio, cuando un operativo policial irrumpió en el departamento de Emma, una amiga de Mía, donde también se encontraba el novio de esta última. Los tres fueron detenidos, pero las consecuencias fueron muy distintas para cada uno. Según la prensa británica, O’Brien fue sometida a pruebas que dieron positivo en consumo de drogas, lo que llevó a que fuera puesta bajo custodia. En cambio, su amiga dio negativo y fue liberada rápidamente, regresando al Reino Unido poco después. El novio de Emma, por su parte, recibió la misma sentencia que Mía: 25 años de prisión.
Las sospechas sobre lo ocurrido se fortalecieron con el testimonio de una excompañera de celda, quien relató que la joven británica creía firmemente haber sido utilizada como chivo expiatorio. Según esa versión, O’Brien pensaba que su amiga había tenido un rol en su arresto y que el verdadero responsable de la droga era el novio de Emma. La diferencia clave fue que, aunque todos fueron detenidos, solo Mía tenía rastros de cocaína en su organismo, lo que complicó aún más su situación legal.
La estudiante admitió haber consumido “una sola línea de cocaína”, pero negó en todo momento ser traficante. Su argumento principal es que se trató de un consumo aislado durante una salida y que jamás tuvo la intención de participar en actividades ilegales relacionadas con el tráfico de drogas. Sin embargo, la justicia emiratí consideró su caso bajo una de las normativas más estrictas del mundo en materia de estupefacientes, dictando una condena ejemplar.
Tras pasar varios meses en el centro de detención de Al Barsha, Mía fue trasladada a la prisión de Al-Awir, donde continuará cumpliendo su pena. Algunas exreclusas describieron las condiciones de los centros carcelarios como duras, mencionando problemas de higiene y espacios con poca luz, lo que añade un nivel extra de dificultad a la situación de la joven británica. Además de la condena, deberá pagar una multa de 500.000 dirhams, equivalente a más de 136.000 dólares estadounidenses.
La madre de Mía, Danielle McKenna, de 46 años, emprendió una intensa campaña para defender a su hija. Según expresó en entrevistas a medios británicos, está convencida de que se trata de un error judicial. Asegura que el juicio se desarrolló íntegramente en árabe y que su hija no comprendió adecuadamente lo que ocurría, enterándose de la sentencia a través de su abogado tiempo después. McKenna describió la conversación telefónica que tuvo con su hija como devastadora: Mía estaba llena de remordimiento, llorando y pidiéndole perdón por lo sucedido, aunque reiterando que fue víctima de una situación injusta.
La familia lanzó una campaña de recaudación de fondos con el objetivo de cubrir los gastos legales y poder visitarla en Dubái. Si bien una iniciativa anterior en GoFundMe fue retirada por incumplir las normas de la plataforma, actualmente mantienen activa una en Give Send Go, donde buscan reunir más de 6.500 dólares. Hasta el momento, han recaudado una cifra mucho menor de la esperada, lo que refleja la dificultad de la causa.
El caso de Mía O’Brien no solo expone la severidad de las leyes antidrogas en Emiratos Árabes Unidos, sino que también abre interrogantes sobre posibles injusticias procesales y el papel que pudieron haber jugado sus amistades en el desarrollo de los hechos. Mientras tanto, su madre insiste en que seguirá luchando por demostrar su inocencia, en un proceso que combina la incertidumbre legal con el drama humano de una familia que no pierde la esperanza.