Con la llegada de las altas temperaturas y el cambio de estación, muchas personas disfrutan más del aire libre. Sin embargo, para quienes tienen piel sensible o padecen ciertas afecciones cutáneas, esta temporada puede ser complicada. Una de las condiciones que suele empeorar con el calor y la humedad es el eczema dishidrótico, una forma de dermatitis que puede generar brotes dolorosos y muy molestos, especialmente en las manos y los pies.
Esta afección se manifiesta a través de pequeñas ampollas, generalmente con líquido, que pueden aparecer en las palmas, entre los dedos, en las plantas de los pies o alrededor de los dedos. Estas lesiones suelen provocar picazón intensa, ardor, enrojecimiento y en muchos casos pueden derivar en grietas o descamación cuando las ampollas se secan. Aunque no es contagioso, sí puede afectar considerablemente la calidad de vida de quien lo padece.
El eczema dishidrótico no tiene una causa única, pero se han identificado ciertos factores que pueden favorecer su aparición o agravar sus síntomas. Entre ellos se encuentran la predisposición genética, el estrés emocional, la sudoración excesiva, el contacto con metales irritantes como el níquel o el cobalto, y la exposición a climas cálidos o húmedos. Durante la primavera y el verano, estas condiciones se combinan, haciendo que los brotes sean más frecuentes o severos en algunas personas.
Además, en esta época del año se incrementa la presencia de alérgenos como el polen, lo que también puede generar reacciones en personas con tendencia a desarrollar este tipo de dermatitis. El aumento de la transpiración también influye, ya que puede alterar la barrera cutánea y facilitar la irritación.
Los síntomas más comunes del eczema dishidrótico incluyen picor intenso, ampollas pequeñas y agrupadas, sensación de ardor, piel roja y escamosa, dolor y en algunos casos la formación de costras si las lesiones se abren. Para aliviar estos síntomas y evitar que se agraven, los especialistas recomiendan una serie de cuidados.
Mantener la piel bien hidratada es fundamental. Se sugiere el uso de cremas neutras, sin fragancia ni alcohol, especialmente luego de lavarse las manos o ducharse. Evitar el contacto con posibles alérgenos o sustancias irritantes también es clave. Si se tiene sospecha de sensibilidad a metales como el níquel, conviene limitar la exposición a joyería o utensilios que lo contengan.
El estrés, aunque no lo parezca, puede jugar un papel importante en este trastorno. Técnicas como la meditación, la respiración consciente o incluso caminatas relajadas pueden ayudar a mantenerlo bajo control y, con ello, prevenir nuevos brotes.
Un consejo esencial es evitar rascarse. Aunque la picazón sea intensa, hacerlo puede provocar lesiones más graves o infecciones secundarias. Para aliviar el malestar, se recomienda aplicar compresas frías sobre las áreas afectadas. Además, el uso de guantes de protección al manipular productos de limpieza o al lavar los platos puede proteger la piel de agentes que podrían irritarla aún más.
Si los brotes se vuelven frecuentes, dolorosos o interfieren con las actividades diarias, es importante acudir a un profesional. El dermatólogo puede evaluar el caso y prescribir tratamientos adecuados como corticoides tópicos, antihistamínicos, fototerapia o incluso antibióticos si hay signos de infección.
Aunque no tiene cura definitiva, el eczema dishidrótico puede controlarse con buenos hábitos y tratamiento adecuado. Aprender a identificar los factores que lo desencadenan y actuar con rapidez ante los síntomas puede marcar una gran diferencia. Frente a la aparición de ampollas recurrentes, lo mejor es buscar asesoramiento profesional y cuidar la piel con constancia. Así, incluso en los meses más calurosos, es posible mantener esta condición bajo control y disfrutar del día a día sin molestias.